Dos psicoanalistas entran en un bar
David y Francisco se conocían luego de haber transitado un curso sobre
Algoritmos lacanianos el semestre anterior. Eligieron una mesa junto a
la ventana, llovía bastante aquel mediodía, y luego de las trivialidades
usuales y pedir unas hamburguesas David notó que Francisco estaba callado:
-¿Qué ocurre? Casi no has tocado tu hamburguesa
- Ayer ocurrió un crimen en mi casa
Hubo un silencio, solo se escuchaba como la lluvia caía. David dejo de lado
la hamburguesa, que iba por la mitad, y levanto la vista. Tenía un ojo de
vidrio muy azul con el cual solían bromear con que podía ver el alma de los
pacientes, ahora ese ojo se clavaba en Francisco.
-Y yo fui la victima
-¿Qué ocurrió?
- Una mujer, siempre es una mujer. Vino a mi casa y luego de unas copas de
vino frente a un intento de seducción me rechazó, y esto me tiene angustiado
- Ajá… contame que paso desde el principio – mientras se frotaba la calva
poblada de unos pocos rebeldes y grises cabellos.
- Uh – Francisco hizo una pausa y luego de un sereno suspiro prosiguió- el
principio fue hace 7 meses. La conocí el mismo día que comencé mi noviazgo,
solíamos cruzarnos a la salida de la biblioteca para volver conversando en el
subte, como amigos.
-¿Su nombre?
-¿Acaso importa? Todas son iguales.
La lluvia empezó a caer con menos fuerza, ya no hacía falta elevar tanto la
voz para hablar. El bar se encontraba casi vacío a excepción del mozo que
estaba en el umbral mirando la lluvia y el encargado que hablaba por teléfono
en la barra, aparentemente con su madre.
-¿Y ahora que te separaste la invitaste a salir?
- No, ella me invitó a salir cuando le conté que me estaba separando. Me
pidió mi teléfono y me dijo que teníamos que ir a tomar algo.
-Interesante –mientras jugaba con su canosa barba - ¿Qué ocurrió después?
-Acepté ¿Qué iba a hacer? Soltero nuevamente era momento de salir
-Pero ¿Tenias ganas de salir con ella? – mientras repasaba con los dedos
los botones de su camisa rosa a lo largo de su ancha barriga
-¿Qué clase de pregunta es esa? Es una mujer muy atractiva. Cuestión que la
invité a cenar a un restaurant de buena categoría, luego a mi casa y como te
decía, después de unas copas de un buen vino vi una oportunidad, la usé y me
frenó, me dijo que había entendido todo mal y dedicó dos horas a marcármelo
para luego pedirme plata para el taxi e irse.
- El deseo de la Histeria es deseo de insatisfacción – mientras largaba
una bocanada de humo de un cigarro recién prendido.
- Emm me parece que no se puede fumar acá.
- ¿Y cómo voy a bajar la hamburguesa? – mientras le daba otra pitada al
cigarro.
- A ver si entiendo, me decís que esta mujer me quería dejar insatisfecho,
que este era su objetivo
- Así operan, pero recuerda que es inconsciente. No lo tomes personal, te
generan el deseo para después negarlo, y ambos quedan insatisfechos
- Señor acá no se puede fumar, le voy a tener que pedir que apague su cigarrillo
– el mozo había aparecido de la nada. Ya no llovía.
- Ya lo termino, deme un minuto – mostrando su amarillenta sonrisa de tanto
tabaco
- Te dije que no se podía fumar acá
- Te equivocaste en algo también – largando su última bocanada y apagando
el cigarro en el plato lleno de sobras – no solo fuiste víctima, fuiste
cómplice también.
-¿Cómo puede ser?
- Jugaste su juego desde el principio Francisco. Jugaste el eterno juego de
seducción como te comandaron, como comanda nuestra sociedad. Hiciste todo según
el libro de las citas y crees que fallaste cuando fue un éxito.
Se hizo un largo silencio entre ambos, parecía que el sol estaba a punto de
asomarse cuando se nubló nuevamente.
-¿En qué pensabas? – preguntó David mientras revisaba la caja de cigarrillos
nuevamente
-Que ni siquiera tenía ganas de besarla, pero en ese segundo que vi mi oportunidad actué sin pensar, actué sin querer… como si tuviera que
cumplir una orden de afuera
- Y después vino la herida narcisista y ella vio que flaqueaste y aprovechó
esa debilidad. La histérica tiene algo del orden de lo agresivo que
sabe muy bien poner en juego. Esa es la parte que te humilló, se quedó dos
horas más en tu casa y luego te pidió plata para el taxi.
- Esa es la parte complicada, ya que a pesar de generarme angustia no uso
palabras hirientes.
- Las que mejor usan el discurso son las histéricas y por lo que escucho te
dejo al margen, no pudiste replicar
- Quede paralizo, no me lo esperaba. En el pasado siempre había funcionado
usar la misma estrategia
- Entonces fuiste víctima, cómplice y testigo – mientras prendía un nuevo
cigarrillo – y ella planeó esto por 7 meses, esperando el momento más
vulnerable que pudieras estar, que fue cuando te separaste de tu última novia.
-¿Otro cigarrillo más?
- Es el digestivo, ahora lo termino en el baño – se levantaba de la mesa
- ¿Y porque a mí?
- No olvides Francisco como decía Lacan, que la histeria barra al otro para
alojarse en la falta – se dirigía en dirección al baño sosteniendo el pantalón,
con su característica renguera, evitando la mirada del mozo que estaba
empezando a percibir el olor del cigarro nuevamente
Estaba saliendo el sol finalmente mientras Francisco trataba de comprender
esa última frase. Siempre, todos esos meses, se mostró completo, omnipotente.
Con sus trabajos, sus pacientes, sus estudios y títulos, sus ingresos, su casa propia
y su novia. Siempre se mostró frente a la histeria completo y nada seduce más a
una histérica que un boludo que se cree completo, evitando reconocer sus propias
faltas.