martes, 18 de febrero de 2014

Fútbol cinco



Llueve. Pero no veo la lluvia. Sé que llueve porque la escucho, en el techo de chapa. Por momentos no se puede escuchar nada más que la lluvia. También huelo la lluvia, viene con el olor del pasto sintético. El aire que respiro es pesado, se mueve lento, me rodea todo el cuerpo. Mis manos están transpiradas. Siempre transpiran pero los días de lluvia más se nota. Veo que empieza el partido pero no puedo moverme, fui el último en decir que no iba al arco.

No sé si lo estoy viviendo o recordando.

Al lado hay una cancha que está ocupada también. Gente más grande, viejos. Se mueven despacio, sin gracia, y cuando hacen un gol lo gritan muy fuerte. Las otras canchas están desocupadas, especialmente la que no está techada. Allí, algo lejos, si puedo ver la lluvia. La pelota se va afuera, se va lejos, puedo descansar. Aflojo el cuerpo que estaba tensionado. No me gusta atajar, la pelota es chica y dura. Prefiero defender. Sigue lloviendo, la pelota vuelve a estar entre mis amigos. La piden, corren, la pasan, la pierden. Patea el Cabezón al otro arco y se va afuera.

Me parece que es un recuerdo.

Sigo atento. Mis piernas están firmes en la línea blanca, con mi mano derecha me sostengo en el palo derecho. Esta descascarado, casi sin pintura blanca. Lo siento frío. Ya cruzaron la mitad de la cancha, viene el contraataque. Mis ojos se abren, mis sentidos se agudizan, ya no llueve tanto. Ya no escucho la lluvia. Escucho las corridas, las pisadas, las respiraciones. Ya llegaron, están aquí y me dejaron solo.
Son dos. Dos contra uno. Es el momento de la definición. Llegaron en segundos. Laucha la pisa, para la pelota, levanta la cabeza y me mira y después mira al arco, está muy cerca y muy lejos. No puedo adivinar que va a hacer. Salgo del arco, es instintivo, feroz, salvaje. No se puede pensar. Los segundos comienzan a estirarse, el tiempo se vuelve inmortal.
Mientras le achico el arco a Laucha, sin salir del área, por el rabillo del ojo lo veo a Nigre, por la izquierda. En estas canchas no existe el offside. Mis compañeros de equipo corren a mi auxilio pero ya es tarde, lo veo a Juani correr a máxima potencia en cámara lenta, va a mitad de camino. Quedaron todos allá, en el otro arco. Son dos contra uno. ¿La pasa o patea? Nigre la pide. La va a pasar. Ya no huelo la lluvia, ya no hay olores. Sólo queda el tambor que hay en mi pecho. Retumba en toda la cancha y regresa en el eco. La pasa. Se la pasa a Nigre. La pelota va rápido, girando. No sirvió anticiparme, no llego. Me estiro más. Sigo sin llegar. Juani ya casi llega. Casi. No llega. Llegó a Nigre, rebota en su pie y entra al arco, limpia. Escucho la red como la acaricia. Gol para ellos.

Es un recuerdo.