miércoles, 10 de agosto de 2016

“Soy un pelotudo” – Gustavo Cordera.


Argentina, 2016
Aún hay mucho por hacer…
Durante una entrevista informal con estudiantes de la escuela de periodismo TEA, el cantante Gustavo Cordera, hablando sobre las denuncias de abusos sexuales que tenían algunos colegas, dijo: “Hay mujeres que necesitan ser violadas para tener sexo porque son histéricas y sienten culpa por no poder tener sexo libremente”
Decir esto, en una sociedad cada vez más sensibilizada que lucha desde hace años contra el machismo imperante, la cosificación de la mujer y la prevención de femicidios, es haber perdido la cordura. El repudio masivo no se hizo esperar y la falta de autocrítica y no dar el brazo a torcer, empeoran aún más la situación.
Nosotros construimos nuestra realidad desde el lenguaje, desde nuestras expresiones, desde nuestros modos de hacer, pensar y sentir. Hoy lo dijo alguien “famoso”, pero no es más que el emergente de una sociedad. No olvidemos que además de ser un individuo, es una muestra del modo de pensar de una parte de la población masculina de la región.  
¿Dónde está la mujer que decide? ¿El deseo femenino? ¿La otra? ¿Sus tiempos? 
¿Cómo concientizar al hombre de que la mujer es una persona? ¿Qué educación tuvo? ¿Qué le enseñaron los padres, la escuela, la televisión, amigos, maestros, jefes? ¿Por qué no pide disculpas? ¿Acaso un macho no se retracta? 
El género hombre/mujer es una construcción cultural. Cordera con lo que dice, hace y siente revela una construcción muy difundida: “las mujeres son cosas para ser violadas ya que son reprimidas sexuales dominadas por la culpa, y, los hombres machos estamos para enseñarles lo que es el sexo y además no nos retractamos”
La batalla cultural contra los discursos, solidarios al patriarcado, deben empezar a ser desactivados en uno. Cada vez que aparece un prejuicio sobre género, tanto de hombre como mujer, hay que estar atentos a cuestionarlos. Lo importante en no dejar de hacerse preguntas sobre el modo que construimos nuestra realidad.
¿Hace cuantas generaciones vendremos repitiendo estas creencias? Y más importante aún ¿Cómo hacemos para dejar de repetirlas y no enseñar esto a nuestros hijos?
Lic. Francisco J. Piagentini